jueves, 23 de diciembre de 2010

Dos

Él se levanta siempre a las ocho y media, trabaja hasta tarde y los días de la semana se le escurren repetidos y extenuantes. No está enamorado de la mujer que duerme a su lado, pero los problemas mantienen su mente ocupada: La presión del trabajo, la plata, los impuestos, la salud de su padre. Tiene éxito, es joven y le va bien. El estrés es una carga pequeña en comparación, piensa.
Ella, en la otra punta de la ciudad, teje un sweater. Hace un tiempo que se dedica al arte. Pasa las noches mirando programas de preguntas y respuestas. Sueña con recorrer el mundo en globo y que sus pinturas lleguen a un museo antes que ella al cementerio. Complicada y solitaria por de más. Hace panes dulces, tiene un gato, lee mucho y se pregunta qué se sentiría que le regalen flores.

Lunes. Él necesita urgente un remís porque su auto no quiere arrancar. Marca el número, pero se equivoca y el teléfono suena en la casa de ella. El gato, en el sillón, se despierta y se despereza.
Nadie atiende.

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