miércoles, 29 de diciembre de 2010

This is not a collage

Nothing good comes from writing "I don't know what to say" in a piece of paper, but some of the more important choices in life come from saying "I don't know what to do" and admitting that you don't have a clue, not even the most insignificant of the signals.
Maybe it's time to run, maybe it's not. How can you know which is the right path to take? How can you tell if you're making the biggest mistake ever?

I just don't know what to do and I don't care if that's ok or not. I'm not the one to make that call. At least not now.





"It's too late tonight to drag the past into the light"

domingo, 26 de diciembre de 2010

Reglas son reglas

Dos amigos en un minigolf juegan una noche mientras hablan sobre sus vidas. Ya sabés, lo usual, nada del otro mundo.
Porque del otro mundo no pueden hablar en éste. Sólo pueden jugar en el minigolf. Y comer tostadas los días que empiezan con m.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Dos

Él se levanta siempre a las ocho y media, trabaja hasta tarde y los días de la semana se le escurren repetidos y extenuantes. No está enamorado de la mujer que duerme a su lado, pero los problemas mantienen su mente ocupada: La presión del trabajo, la plata, los impuestos, la salud de su padre. Tiene éxito, es joven y le va bien. El estrés es una carga pequeña en comparación, piensa.
Ella, en la otra punta de la ciudad, teje un sweater. Hace un tiempo que se dedica al arte. Pasa las noches mirando programas de preguntas y respuestas. Sueña con recorrer el mundo en globo y que sus pinturas lleguen a un museo antes que ella al cementerio. Complicada y solitaria por de más. Hace panes dulces, tiene un gato, lee mucho y se pregunta qué se sentiría que le regalen flores.

Lunes. Él necesita urgente un remís porque su auto no quiere arrancar. Marca el número, pero se equivoca y el teléfono suena en la casa de ella. El gato, en el sillón, se despierta y se despereza.
Nadie atiende.

A la hora de la siesta

La escena parece salida de otro tiempo, de una época donde la gente silbaba por la calle y andaba más en bicicleta.

Calor. El traqueteo lento e incesante del ventilador se mezcla con un tango que sale de la radio mal sintonizada.

Las cortinas, rojas, pesadas, permanecen inmóviles dejando entrar un perfume dulzón por la ventana. Los pocos rayos de sol que se cuelan, iluminan diminutas partículas de polvo que bailan en la habitación en penumbras, abarrotada de objetos sin un orden aparente.

Abajo de la mesa, el perro sueña con un gran filete y una pelota nueva.

Las macetas en el alféizar desbordan verde y malvones cansados que piden lluvia.

El hombre enciende un cigarrillo y se dispone a escribir.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Un poco de matemática

Estadísticamente, la cantidad de entradas de mi blog viene decayendo: Cada año escribo la mitad que el anterior.
Todo parece indicar que a fin de 2011 habré posteado sólo unos 15 artículos.
¿Me estaré quedando vacía?
¿Será el fin de Nubes?
¿Lloverá mañana?


Intercambiando realidades

¿Qué pasaría... si en vez de conocer el pasado y desconocer el futuro, fuera al revés?

Si supiéramos lo que va a venir, pero no lo que ya pasó...

jueves, 9 de diciembre de 2010

Así de simple III

Todo lo que es difícil de pronuciar suena importante.

Por ejemplo, Programación dinámica probabilística.

- Buenas tardes, ¿se encontraría el Doctor en Programación dinámica probabilística?
- No.





Ja.

Así de simple II

Me gustan Norah Jones y Jack Johnson porque les cantan a cosas como los tobillos de la gente.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Así de simple

No me gustan las cosas que no entiendo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Una noche

En su viejo Cadillac gris, se fue por ese camino de tierra olvidado una noche con grillos y sin luna, formando una nube de polvo, de la que en pocos segundos ya no quedaba nada.
Ni se molestó en mirar atrás por el retrovisor. Había empezado y ya no podía parar.
El cielo, indefinido, no tenía la decencia de decidir entre soltar un poco de lluvia y dejar ver las estrellas.
Las cosas quedaron como estaban en el instante de la partida y se negaron para siempre a cambiar. El trato había sido silencioso e irrevocable.
Sólo quedaba ver cómo se alejaba pisando el acelerador, dejando una casa vacía, un café por la mitad y un cuento inconcluso.