lunes, 2 de febrero de 2009
Verano
Y los fantasmas del no-verano pronto vendrían a molestar y arruinar la banda sonora estival, hecha de retazos de noches estrelladas, noches de calor, noches de grillos, noches de quietud y de perfección y de todo está bien.
Y la felicidad le inyectaba de a ratos algunas dosis de tranquilidad. Las cosas no tomaban ningún rumbo, sólo flotaban al alcance de la mano, y eso parecía complacerle.
No había que decidir, no había que pensar. Sólo dejar que las horas dieran vueltas en el reloj y le concedieran el tiempo suficiente para escaparse un rato y volver para la cena.
Ese año, como cada año, el verano tenía un olor particular y diferente al anterior. Olor a estar en casa, a mates con amigos, al perfume de ella, al lemon pie de la abuela.
La vida en la gran ciudad parecía tan lejana, vista desde su valle, tirado en el pasto mirando el cielo, en medio de esa ola de cosas conocidas, de caras familiares, de hace cuánto que no te veía, de ¿hacemos algo hoy?...
Pero los fantasmas del no-verano pronto vendrían a molestar, y todavía no había aprendido a ganarles.
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