miércoles, 6 de mayo de 2009

Un loco más

Tomó aliento y se dio cuenta de que en verdad, nunca había respirado.
El aire entraba y le inflaba el pecho y no podía contener la risa, las ganas de gritar, de empezar a correr y saltar y decir "buen día señora", "buen día señor", "¿lo ayudo con eso?".
Si eso era vivir, entonces jamás había estado vivo.
Sí. Eso era vivir.
Todo olía a sueños desatados, a tiempo bloqueado sin previo aviso, a almendra y a durazno.
Hasta las hojas de los árboles, que ese otoño caían particularmente lentas, le parecían hermosas y sabias. Se desplazaban con tanta naturalidad que lo hacían emocionar.
Se sentía parte de algo. Algo grande.
La gente en la calle no comprendía. La gente nunca comprende.
Lo miraban y decían "éste es un loco".
Pero no le importaba. Estaba viendo el mundo por primera vez, ésa era razón más que suficiente para sentirse feliz, lleno de energía, imparable.
Y es que
tal vez, así se sentía ser libre.

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