sábado, 2 de febrero de 2008

Tren entre las nubes


Vivir es como viajar en tren... A veces asusta, o marea, o aburre, o fascina... La vía se extiende delante y detrás de vos... Están los que no se animan a subir, y los que se aferran para no bajar... Los que siempre llegan tarde y ven la locomotora alejarse, y los que saltan y se cuelgan del último vagón... Los que regresan al fin y al cabo a la misma estación, luego de dar la vuelta al mundo, y los que hacen de cualquier lugar, su lugar... Los que se empeñan en mirar con nostalgia lo que están dejando pasar, y los que contemplan extasiados el camino por recorrer... Los que se dejan omnubilar por el árbol que ven al costado, y los que saben ir más allá y ven el bosque... Los que planificaron todo de antemano, y los que ni siquiera saben a dónde se dirigen: Se dejan llevar... Los que al ver la luz al final del túnel, creen que es la llama de la esperanza, de la oportunidad; y los que creen que es la luz del tren, la vida que los pasará por encima... En ocasiones estarás rodeado de gente y te sentirás solo, esuchando fragmentos de conversaciones, completándolas sin darte cuenta. Otras veces, solo con tu equipaje, tus ganas y tu fe, te sentirás acompañado y seguro... Son esos momentos en que te dan ganas de sonreír y no tenés nadie con quien compartirlo, te sentís tonto pero lo hacés igual. Las personas se comportan definitivamente como pasajeros... Algunas estaban antes que vos; otras, suben justo cuando tenés que irte y sólo conocés su perfume; y otras, estuvieron siempre en el asiento de al lado y no te diste cuenta. Hay quienes se van y cuando lo hacen, dejan un vacío que da frío, como si de repente se hubiesen abierto todas las ventanillas. Hay quienes, a pesar de todo, para bien y para mal, jamás se van a bajar de tu tren... Todos llevan equipaje; el de algunos está vacío, ansioso y sediento de aventuras; el de otros sólo trae piedras y pesa demasiado; y el de otros, menos afortunados, está lleno de triunfos, recuerdos de días pasados y tiempos mejores... Tenés a los que te hablan, y a los que hacen de cuenta que no existís; los que te ayudan, te explican dónde está el baño o el bar, y los que están tan desorientados como vos; los que te chocan en el pasillo y se enojan, y los que te piden perdón mirándote a los ojos. No importa cuántos pasen por ese tren o cuánto haya que esperar, porque en algún momento, cada uno encontrará su lugar. Mientras tanto, habrá que entretenerse con el paisaje que se dibuja ante los ojos... Y prestar atención... Sé que en cualquier estación, puede subir cierto viajero con boleto en mano, ojos melancólicos y aire despistado, destinado a ocupar ese asiento que desde el principio y sin saberlo, ha estado reservado para él.

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