(Habitación del sanatorio, Tandil, 10 de enero de 2012)
Crecí decidida a no parecerme a ella, y al final soy como soy debido a, adivinen.
Me enseñó que para comer y rascar sólo hace falta empezar, que no hay que salir sin abrigo porque seguro a la noche refresca y te enfermás, Marianela, y después no quiero escucharte quejar, que el amor por el estudio es el mejor legado que uno le puede dejar a sus hijos y que rayado y escocés no combinan. Me enseñó a darme cuenta de cuándo alguien no me respeta, de cuándo alguien no se merece mi cariño, y de que ¿viste? siempre se encuentra gente buena.
Lejos de ser perfecta, tiene sus cosas. Jodidas. Bastante.
Yo no soy la hija que ella esperaba que fuera, ella no es la madre que yo querría tener. Ambas lo sabemos pues estas ideas nos las hemos comunicado a los gritos en el pasado.
Pero hoy me dijo "qué feo que tengas que pasar por esto" y le pude responder "lo hago porque te quiero".
Cuatro días después, ya se había ido.